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Exposición Dr. Ricardo Balbín Imprimir
A cien años del nacimiento del Dr. Ricardo Balbín cabe recordarlo ante todo como un hombre de la democracia un estratega sin tiempo, que supo defender y nunca declinó a la empresa que se autoimpuso, la de la fe republicana, su lucha por la libertad, a la defensa de las instituciones y sobre todo y muy especialmente a la unión de los argentinos. Sufrió persecuciones, pero a pesar de ello, enseñó ante todo, que nunca se deben resignar los principios. Como dijo hace poco Marcos de Estrada, don Ricardo Balbín no fue presidente de la República ni escribió un libro. Pero fue un hombre público cuyas ídeas expresadas en centenares de foros y tribunas son claves de una reflexión permanente sobre la defensa del sistema democrático, la oposición a la violencia y la unidad de los argentinos.

Abogado platense, orador, político honesto, presidente de la bancada radical de diputados nacionales durante el primer gobierno peronista, fue encarcelado por sus ideas y por defender los principios republicanos; presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, refundador del partido luego de la escisión de Arturo Frondizi, cuatro veces candidato presidencial, alertó al país de los peligros de una guerra civil y de la dictadura de 1976. Días antes del 24 de marzo de ese año, Balbín hacía un llamado a la reconciliación nacional, pidiendo al ejército y a la guerrilla que no usaran a la República como campo de batalla.
 
En la década del 70 Balbín se aproximó al presidente Perón en beneficio de la unidad nacional. Expresó el 24 de octubre de 1980 que "se está especulando suciamente con la cooperación mía con Perón. Había que dar ejemplos y amigar al pueblo, y nada más que por eso fui a hablar a Perón. Entre él y yo no hubo ninguna alianza, pero el pueblo se dio la mano. Y para hacerlo tuve que dejar de lado muchos dolores míos. Yo lo combatí. No participé de sus modos políticos. Causamos profundas separaciones en el pueblo. Pero dejé mucho de lo mío, y tal vez haya dejado algo de lo de él, para poder conversar. Esa conversación, lo sigo creyendo, fue una de las buenas cosas que ocurrieron en la Argentina". La muerte del presidente Juan D. Perón frustró los esfuerzos por apaciguar los espíritus, por deponer los odios y por iniciar un diálogo civilizado. Fue, en esencia, un formidable luchador, un predicador de la democracia y la libertad, quién murió en la pobreza y en la dignidad de su honestidad en 1981.
Los días de su niñez ya presagiaban una vida difícil: el trabajo de su padre en el coche comedor del ferrocarril, impedía que la familia Balbín tuviera una residencia fija y así se crió entre Azul, Laprida, Ayacucho, Solanet y Buenos Aires.
 
Una cruel enfermedad alejó a su madre del hogar y Ricardo como el mayor de los varones ocupó su lugar en el cuidado, protección y sostén afectivo para sus hermanos En la familia que fundaron al casarse con Indalia Ponzetti en 1928, la actividad política que lo alejaba físicamente muchas horas del hogar no rivalizó con los afectos. Por el contrario, su mujer fue la compañera más leal en cada una de sus incursiones políticas y su refugio espiritual. Don Ricardo a la vez ocupó un lugar central en la vida familiar con una fuerte presencia en cada acto cotidiano; estaba al tanto de los problemas de todos, buscaba soluciones y mediaba en los conflictos
 
Su dedicación a la política no le impidió en absoluto disfrutar de su familia, ser un padre comprometido con la crianza de sus hijos y un abuelo adorado por sus nietos. Para todo se hacía un tiempo.
Defensor empedernido de su privacidad, nadie lo vio tendiendo la mesa o cocinando para su familia; cuidando a los niños cuando eran chicos y estaban enfermos; o, ya en sus últimos años, rodeado de los nietos que llegaban de Saliqueló y se instalaban en la cama del "Tata" a mirar "Combate" o "El Curro Jiménez". Tampoco se privó de transitar por la vida social de cualquier hombre de su tiempo: los cafés, alguna vez el hipódromo o la pasión sufrida de ser hincha de Gimnasia y Esgrima de La Plata. No era abstemio y por supuesto fumaba, pero todos sus amigos coinciden en destacar que todo lo hizo con la misma moderación y austeridad que caracterizó su vida pública.